domingo, 12 de junio de 2011

Sistema nervioso central: encéfalo

Se llama encéfalo a la porción superior, dilatada de la médula espinal. En el hombre esa dilatación es tan considerable que se pierde la semejanza con la médula espinal, pero en los animales inferiores esta relación es evidente. Embriológicamente el cerebro se desarrolla a partir de tres dilataciones primarias que se producen en el extremo anterior del tubo neural. Estas originan el cerebro anterior, el medio y el posterior. Los cerebros anterior y posterior se subdividen, de manera que el cerebro del adulto tiene seis regiones principales: el bulbo, la protuberancia y el cerebelo en el cerebro posterior; el cerebro medio y el tálamo y el cerebro en el cerebro anterior.


La porción más posterior del encéfalo, como continuidad de la médula, es el bulbo. A esta altura el canal central de la médula se dilata para formar el cuarto ventrículo, hay otros tres ventrículos en el cerebro. En el bulbo se alojan agrupaciones de cuerpos celulares (centros bulbares) que regulan de modo reflejo la respiración, latido cardíaco, dilatación y constricción de los vasos, deglución y vómito.
Sobre el bulbo descansa el cerebelo, el mismo consta de una parte central y dos hemisferios laterales en forma de piña. Su superficie gris está compuesta de cuerpos de neuronas, debajo de la cual aparece una masa blanca de fibras de enlace entre el bulbo y las porciones superiores del cerebro. El tamaño del cerebelo en los diferentes animales tiene cierta relación con su actividad muscular. Regula y coordina la contracción de los músculos, por lo que es proporcionalmente mayor en animales muy activos como las aves. La extirpación o lesión del cerebelo no se acompañan de parálisis, sino de trastornos de la coordinación muscular. Si se le extirpa el cerebelo a un ave no puede volar porque sus alas baten con movimientos desordenados.
Dispuesto en sentido transversal en la parte anterior del encéfalo, por debajo del cerebelo, se extiende un haz de fibras conocido como protuberancia o puente de Varolio, el cual propaga los impulsos de uno a otro de los hemisferios cerebelosos, lo que indica su función coordinadora de los movimientos musculares de ambos lados del cuerpo.
Delante del cerebelo y la protuberancia ésta el mesencéfalo, de gruesas paredes y un pequeño conducto central que une el cuarto ventrículo del bulbo al tercer ventrículo del tálamo. En esas paredes del mesencéfalo están alojados ciertos centros reflejos y los principales haces que se dirigen del tálamo al cerebro. En la parte superior del mesencéfalo se descubren cuatro protuberancias redondeadas, llamadas tubérculos cuadrigéminos, en los que hay centros para algunos reflejos visuales y auditivos; como por ejemplo la contracción pupilar a la luz y los movimientos auriculares de los perros al sonido. El mesencéfalo contiene también aglomeraciones de neuronas que regulan el tono muscular y la postura.
A nivel del mesencéfalo el conducto central vuelve a dilatarse para formar el tercer ventrículo, cuyo techo está revestido de otra red vascular secretante de líquido cefalorraquídeo. Las gruesas paredes del tercer ventrículo forman lo que se llama tálamo, centro de enlace de los impulsos sensitivos.
El suelo del tercer ventrículo recibe el nombre de hipotálamo, y en el están dispuestos los centros que regulan la temperatura, apetito, equilibrio del agua y metabolismo de los hidratos de carbono y de las grasas, también la presión arterial y el sueño. Es curioso que la porción anterior del hipotálamo evita la elevación de la temperatura, en tanto la porción posterior impide su descenso. El hipotálamo regula ciertas funciones del lóbulo anterior de la hipófisis, como por ejemplo, la secreción de gonadotropinas.





Las porciones encefálicas consideradas hasta aquí son propias de la conducta automática, sin aprendizaje, que en principio es similar en todos los animales, desde el pez hasta el hombre. En cambio, los hemisferios cerebrales, la parte anterior y mayor del encéfalo humano, tienen una función básicamente distinta que es la de dirigir la conducta aprendida. los complejos fenómenos de la conciencia, inteligencia, memoria, discernimiento e interpretación de las sensaciones tienen su base fisiológica en las actividades de las neuronas de los hemisferios cerebrales.
El cerebro contiene algo más que la mitad del total de los 10.000 millones de neuronas del sistema nervioso humano. Los hemisferios cerebrales crecen como exuberancias de la porción anterior del encéfalo, de forma que, en el hombre y otros mamíferos superiores, crecen en todas direcciones sobre el resto del encéfalo hasta cubrirlo. Cada hemisferio contiene una cavidad, conocidas como primero y segundo ventrículos, respectivamente, cada uno conectado al tercero, situado en el tálamo, por medio de un conducto. Todos los ventrículos contienen un conglomerado de vasos sanguíneos que secretan líquido cefalorraquídeo. El cerebro está también compuesto por sustancia blanca y gris. Los vertebrados inferiores, con escasa sustancia gris, presentan cortezas lisas, pero en el hombre y otros mamíferos, la superficie de los hemisferios está formada por circunvoluciones. De esta manera las partes prominentes, separadas por surcos, dan más espacio para que se acomode la sustancia gris. La distribución de estas circunvoluciones es constante, incluso en humanos con diversos grados de inteligencia, de manera que forma una especie de topografía muy  bien estudiada.

Hemisferio cerebral derecho del hombre, visto por su cara lateral. Las zonas sombreadas tienen funciones especiales: las claras son "zonas de asociación". En el cuadro de la derecha hay una imagen aumentada de las zonas sensitivas y motoras vecinas a la cisura de Rolando, con la topografía de las células nerviosas correspondientes a diversas partes del organismo.