Existe la convicción de que la conducta de los animales puede recibir influencia no sólo de las hormonas, sino también de las feromonas, sustancias secretadas por glándulas exocrinas, liberadas en el medio externo y que ejercen influencia sobre la conducta de otros animales de la misma especie. Hasta ahora se admitía la posibilidad de transferencia de información de un animal a otro por la vista o el sonido. Las feromonas representan un medio de comunicación o de transferencia de información valiéndose del olfato. Provocan respuestas específicas de conducta, desarrollo o reproducción en el receptor, estas respuestas pueden ser de gran importancia para la supervivencia de la especie.
Algunas feromonas actúan en forma desconocida sobre el sistema nervioso central del receptor y producen efecto inmediato sobre su conducta. Se puede citar entre ellas las de atracción sexual de las polillas, y las feromonas de huella y rastreo y sustancias de alarma secretadas por las hormigas. Otras feromonas actúan más lentamente, desencadenando en el receptor una serie de acontecimientos fisiológicos eslabonados que afectan su crecimiento y diferenciación. Entre éstas figuran las que regulan el desarrollo de saltamontes y las que controlan el número de soldados, y de individuos dedicados a la reproducción, en las colonias de termites.
Uno de los ejemplos más espectaculares de feromonas son los de la atracción sexual de las polillas. Entre las aisladas e identificadas se destacan bombicol, alcohol con 16 átomos de carbono y dos enlaces dobles, secretado por la hembra del gusano de seda, y giplura, elaborado por la polilla hembra. El gusano de la seda macho posee en sus antenas un aparato extraordinariamente sensible para percibir la presencia del atrayente sexual.
El atrayente sexual de la cucaracha americana no es un alcohol de cadena larega como el bombicol o el glipure, sino que tiene un anillo central de tres carbonos al que se unen grupos metilo y un grupo propanoxi. Los atrayentes sexuales han sido probados como posibles insecticidas específicos. Colocando atrayentes sexuales en lugares situados cada 10 m de un campo extenso, los investigadores podrían saturar el aire con atrayente sexual, confundiendo así a los machos y reduciendo la probabilidad de encontrar a las hembras y aparearse con ellas.
Una hormiga (Solenopsis geminata) cuando regresa al nido después de encontrar alimento, secreta una “feromona de huella y rastreo” que marca el camino para que las restantes hormigas puedan encontrarlo fácilmente. Esta feromona es volátil y se evapora en dos minutos, por lo que es prácticamente imposible que otras hormigas puedan confundirse con viejos rastros. Las hormigas también liberan sustancias de alarma ante el peligro (actúan como repique de campanas) que a su vez transmiten la señal a las compañeras de las cercanías.
Las abejas obreras, cuando encuentran alimento, secretan gerianol (un alcohol de cadena ramificada con 10 carbonos) que atrae a otras obreras hacia el hallazgo. Las abejas reinas secretan ácido 9-cetodecanoico, que al ser ingerido por las obreras, inhibe el desarrollo de sus ovarios y su capacidad para formar células reales que pudieran dar nacimiento a nuevas reinas. Esta sustancia también actúa como feromona de atracción sexual para la abeja macho durante el vuelo nupcial de la reina.
En los insectos que organizan colonias, como hormigas, abejas y termites, las feromonas desempeñan un importante papel como reguladoras y coordinadoras de la composición y actividades de la población.
Hay ejemplos de feromonas en mamíferos, igual que en insectos. Cuando se colocan cuatro o más ratones hembra por jaula aumenta notablemente la frecuencia de seudoembarazos, pero este efecto desaparece si se extirpan sus bulbos olfatorios. Al situar varias hembras juntas en una jaula se observa irregularidad de sus ciclos estruales, pero si se introduce un macho en esta jaula su olor puede iniciar y sincronizar los ciclos de todas las hembras (“efecto Whitten”) y disminuir la frecuencia de anomalías reproductivas. Más interesante es el hallazgo (“efecto Bruce”) de que el olor de un macho extraño bloquea el embarazo de una ratona recientemente fecundada. Los impulsos nerviosos procedentes de la nariz pasan al hipotálamo y bloquean la producción de hormona liberadora de prolactina, al faltar prolactina se produce la regresión de los cuerpos amarillos y la falta de implantación de los óvulos.
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